Oraciones del libro "Las glorias de María"
ORACIÓN A LA VIRGEN PARA
ALCANZAR UNA BUENA MUERTE
María, dulce refugio de
los pecadores,
cuando mi alma esté para
dejar este mundo,
Madre mía, por el dolor
que sentiste
asistiendo a vuestro Hijo
que moría en la cruz,
asísteme también con tu
misericordia.
Arroja lejos de mí a los
enemigos infernales
y ven a recibir mi alma
y presentarla al Juez
eterno.
No me abandones, Reina
mía.
Tú, después de Jesús, has
de ser
quien me reconforte en
aquel trance.
Ruega a tu amado Hijo que
me conceda,
por su bondad, morir
abrazado a sus pies
y entregar mi alma
dentro de sus santas
llagas, diciendo:
Jesús y María, os doy el
corazón y el alma mía..
ORACIÓN A MARÍA, REINA
MISERICORDIOSA
Madre de Dios y señora
mía, María.
Como se presenta a una
gran reina
un pobre andrajoso y
llagado,
así me presento a ti,
reina de cielo y tierra.
Desde tu trono elevado
dígnate
volver los ojos a mí,
pobre pecador.
Dios te ha hecho tan rica
para que puedas socorrer a
los pobres,
y te ha constituido reina
de misericordia
para que puedas aliviar a
los miserables.
Mírame y ten compasión de
mí.
Mírame y no me dejes;
cámbiame de pecador en
santo.
Veo que nada merezco y por
mi ingratitud
debiera verme privado de
todas las gracias
que por tu medio he
recibido del Señor.
Pero tú, que eres reina de
misericordia,
no andas buscando méritos,
sino miserias y
necesidades que socorrer.
¿Y quién más pobre y
necesitado que yo?
Virgen excelsa, ya sé que
tú,
siendo la reina del
universo,
eres también la reina mía.
Por eso, de manera muy
especial,
me quiero dedicar a tu servicio,
para que dispongas de mí
como te agrade.
Te diré con san
Buenaventura: Señora,
me pongo bajo tu servicio
para que del todo me
moldees y dirijas.
No me abandones a mí
mismo;
gobiérname tú, reina mía.
Mándame a tu arbitrio
y corrígeme si no te
obedeciera,
porque serán para mí muy
saludables
los avisos que vengan de
tu mano.
Estimo en más ser tu
siervo
que ser el dueño de toda
la tierra.
”Soy todo tuyo, sálvame”
(Sal 118, 94).
Acéptame por tuyo y
líbrame.
No quiero ser mío; a ti me
entrego.
Y si en lo pasado te serví
mal,
perdiendo tan bellas
ocasiones de honrarte,
en adelante quiero unirme
a tus siervos
los más amantes y más
fieles.
No quiero que nadie me
aventaje
en honrarte y amarte, mi
amable reina.
Así lo prometo y, con tu
ayuda,
así espero cumplirlo. Amén. Amén.
ORACIÓN A MARÍA, MADRE DE LOS PECADORES
Madre mía amantísima, ¿cómo es posible que teniendo madre tan santa sea yo tan malvado? ¿Una madre ardiendo en amor a Dios y yo apegado a las criaturas? ¿Una madre tan rica en virtudes y yo tan pobre en merecimientos?
Madre mía amabilísima, no merezco ser tu hijo, pues me hice indigno por mi mala vida. Me conformo con que me aceptes por siervo; y para lograr serlo, aun el más humilde, estoy pronto a renunciar a todas las cosas. Con esto me contento, pero no me impidas poderte llamar madre mía.
Este nombre me consuela y enternece, y me recuerda mi obligación de amarte. Este nombre me obliga a confiar siempre en ti. Cuanto más me espantan mis pecados y el temor a la divina justicia, más me reconforta el pensar que tú eres la madre mía.
Permíteme que te diga: Madre mía. Así te llamo y siempre así te llamaré. Tú eres siempre, después de Dios, mi esperanza, mi refugio y mi amor en este valle de lágrimas. Así espero morir, confiando mi alma en tus santas manos y diciéndote: Madre mía, madre mía María; ayúdame y ten piedad de mí. Amén.
ORACIÓN PARA ALCANZAR EL AMOR DE MARÍA
¡María, tú robas los corazones!
Señora, que con tu amor y tus beneficios robas los corazones de tus siervos, roba también mi pobre corazón que tanto desea amarte. Con tu belleza has enamorado a Dios y lo has atraído del cielo a tu seno. ¿Viviré sin amarte, madre mía?
No quiero descansar hasta estar cierto de haber conseguido tu amor, pero un amor constante y tierno hacia ti, madre mía, que tan tiernamente me has amado aun cuando yo era tan ingrato.
¿Qué sería de mí, María, si tú no me hubieras amado e impetrado tantas misericordias? Si tanto me has amado cuando no te amaba, cuánto confío en tu bondad ahora que te amo.
Te amo, madre mía, y quisiera un gran corazón que te amara por todos los infelices que no te aman. Quisiera una lengua que pudiera alabarte por mil, y dar a conocer a todos tu grandeza, tu santidad, tu misericordia y el amor con que amas a los que te quieren.
Si tuviera riquezas, todas quisiera gastarlas en honrarte. Si tuviera vasallos, a todos los haría tus amantes. Quisiera, en fin, si falta hiciera, dar por ti y por tu gloria hasta la vida.
Te amo, madre mía, pero al tiempo temo no amarte cual debiera porque oigo decir que el amor hace, a los que se aman, semejantes.
Y si yo soy de ti tan diferente, triste señal será de que no te amo. ¡Tú tan pura y yo tan sucio!
¡Tú tan humilde y yo tan soberbio! ¡Tú tan santa y yo tan pecador! Pero esto tú lo puedes remediar, María. Hazme semejante a ti pues que me amas. Tú eres poderosa para cambiar corazones; toma el mío y transfórmalo. Que vea el mundo lo poderosa que eres a favor de aquellos que te aman. Hazme digno de tu Hijo, hazme santo. Amén
ORACIÓN DE CONFIANZA EN MARÍA
¡Reina mía soberana, digna de mi Dios, María! Al verme tan vil y cargados de pecados, no debiera atreverme a acudir a ti y llamarte madre. Merezco, lo sé, que me deseches, pero te ruego que contemples lo que ha hecho y padecido tu Hijo por mí; y después me deseches si puedes. Soy un pecador que, más que otros, ha despreciado la divina Majestad; pero el mal está hecho.
A ti acudo que me puedes auxiliar; ayúdame, Madre mía, y no digas que no puedes ampararme, pues bien sé que eres poderosa y obtienes de tu Dios lo que deseas. Si me dices que no puedes protegerme, dime al menos a quién debo acudir para ser socorrido en mi desgracia y dónde poder refugiarme o en quién pueda más seguro confiar.
Tú, Jesús mío, eres mi padre; y tú mi madre, María. Amas a los más miserables y los andáis buscando para salvarlos. Yo soy reo del infierno, el más mísero de todos. Pero no tienes necesidad de buscarme; ni siquiera lo pretendo. A vosotros me presento con la esperanza de no verme abandonado. Vedme a vuestros pies. Jesús mío, perdóname. María, madre mía, socórreme
ORACIÓN POR LOS MÉRITOS DE JESÚS
¡María, Madre de Dios y mi esperanza! Mira a tus pies a un pobre pecador que implora tu clemencia. Tú eres llamada por toda la Iglesia, y por todos los fieles proclamada, el refugio de los pecadores. Tú eres mi refugio y tú me has de salvar.
Bien sabes cuánto desea tu Hijo salvarnos. Sabes lo que sufrió por salvarme. Te presento, Madre mía, los sufrimientos de Jesús; el frío de la gruta y la huída a Egipto; las fatigas y sudores que padeció; la sangre que derramó y los dolores que sufrió pendiente de la cruz ante tus ojos. Dame a conocer cómo amas a tu Hijo mientras, por amor a tu Hijo, te ruego que me ayudes. Dale la mano a un caído que pide piedad.
Si yo fuera santo no necesitaría misericordia, pero porque soy pecador recurro a ti que eres la madre de la misericordia. Yo sé que tu piadoso corazón encuentra su consuelo en socorrer a los perdidos cuando no son obstinados Consuela hoy tu corazón piadoso y consuélame a mí, ya que tienes ocasión de salvarme.
Me pongo en tus manos; dime qué he de hacer y dame fuerzas para cumplirlo, al tiempo que propongo hacer todo lo posible para recobrar la gracia de Dios. Me refugio bajo tu manto. Jesús quiere que yo recurra a ti, que eres su Madre, para que por tu gloria y su gloria no sólo su sangre, sino también sus plegarias, me ayuden a salvarme. Él me manda a ti para que me socorras.
Heme aquí, María; a ti recurro y en ti confío. Tú que ruegas por tantos otros, ruega y di una palabra en mi favor. Di a Dios que quieres que me salve, que Dios ciertamente me salvará. Dile que soy tuyo, nada más te pido.
ORACIÓN DE CONFIANZA EN MARÍA
¡Madre piadosa, Virgen sagrada! Mira a tus pies al infeliz que, pagando con ingratitudes las gracias de Dios recibidas por tu medio, te ha traicionado. Señora, ya sabes que mis miserias, en vez de quitarme la confianza en ti, más bien me la acrecientan.
Dame a conocer, María, que eres para mí la misma que para todos los que te invocan: rebosante de generosidad y de misericordia. Me basta con que me mires y de mí te compadezcas. Si tu corazón de mí se apiada, no dejará de protegerme. ¿Y qué puedo temer si tú me amparas? No temo ni a mis pecados, porque tú remediarás el mal causado; no temo a los demonios, porque tú eres más poderosa que todo el infierno; no temo el rostro de tu Hijo, justamente contra mí indignado, porque con una sola palabra tuya se aplaca.
Sólo temo que, por mi culpa, deje de encomendarme a ti en las tentaciones y de ese modo me pierda. Pero esto es lo que te prometo, quiero siempre recurrir a ti. Ayúdame a realizarlo. Mira qué ocasión tan propicia para satisfacer tus deseos de salvar a un infeliz como yo.
Madre de Dios, en ti pongo toda mi confianza. De ti espero la gracia de llorar como es debido mis pecados y la gracia de no volver a caer. Si estoy enfermo, tú puedes sanarme, médica celestial. Si mis culpas me han debilitado, con tu ayuda me haré vigoroso. María, todo lo espero de ti porque eres la más poderosa ante Dios. Amén.
ORACIÓN POR UNA BUENA MUERTE
¡Dulce Madre mía! ¿Cuál será mi muerte? Cuando pienso en el momento en que me presente ante Dios, recordando que con mi conducta tantas veces firmé mi condena, tiemblo, me confundo y me inquieto por mi eterna salvación.
María, en la sangre de Jesús y en tu intercesión, tengo la esperanza mía. Eres señora del cielo y reina del universo; basta decir que eres la Madre de Dios. Eres lo más sublime, pero tu grandeza, lejos de desentenderte, más te inclina a compadecerte de nuestras miserias. Los mundanos en la cumbre de sus honores se alejan de los antiguos amigos y se desdeñan de tratar con los poco afortunados. No obra así tu corazón noble y amoroso; mientras más miserias contempla, más se empeña en socorrerlas. Apenas se te invoca, vuelas en socorro del necesitado y te adelantas a nuestras plegarias. Tú nos consuelas en nuestras aflicciones, disipas las tempestades y en toda ocasión procuras nuestro bien.
Bendita sea la divina mano que en ti ha unido tanta majestad con tal ternura, tanta eminencia con tanto amor. Doy gracias siempre a mi Señor y me alegro porque de tu dicha depende la mía y mi destino está unido al tuyo. Consoladora de afligidos, consuela a un afligido que a ti se encomienda.
Los remordimientos de conciencia me atormentan, tanto por los pecados cometidos como por la incertidumbre de si los he llorado cual debía. Veo todas mis obras llenas de fango y de defectos. El infierno está esperando mi muerte para acusarme. Madre mía, ¿qué será de mí? Si no me amparas estoy perdido. ¿Qué me dices? ¿Querrás ayudarme?
Virgen piadosísima, protégeme. Obtenme verdadero dolor de mis pecados; dame fuerzas para enmendarme y serle fiel a Dios en adelante. Y cuando esté para morir, María, esperanza mía, no me abandones. Entonces más que nunca asísteme y confórtame para que no desespere. Perdona, Señora, mi atrevimiento; ven con tu presencia a consolarme. A tantos has hecho esta gracia, que también yo la deseo; si grande es mi audacia, mayor es tu bondad, que a los más miserables vas buscando para consolarlos.
En tu bondad confío. Sea gloria tuya para siempre haber salvado del infierno a quien a él estaba condenado y haberle conducido a tu reino, donde espero gozar la gran ventura de estar siempre a tus pies agradecido y bendiciéndote y amando eternamente. ¡María, yo te espero! No me hagas quedar desconsolado. Hazlo así; amén, así sea.
ORACIÓN ESPERANZADA EN MARÍA
¡Madre del santo amor! ¡Vida, refugio y esperanza nuestra! Bien sabes que tu Hijo Jesucristo, además de ser nuestro abogado perpetuo ante su eterno Padre, quiso también que tú fueras ante él intercesora nuestra para impetrarnos las divinas misericordias. Ha dispuesto que tus plegarias ayuden a nuestra salvación; les ha otorgado tan gran eficacia, que obtienen de él cuanto le piden.
A ti, pues, acudo, Madre, porque soy un pobre pecador. Espero, Señora, que me he de salvar por los méritos de Cristo y por tu intercesión. Así lo espero, y tanto confío que si de mí dependiera mi salvación en tus manos la pondría, porque más me fío de tu misericordia y protección que de todas las obras mías.
No me abandones, Madre y esperanza mía, como lo tengo merecido. Que te mueva a compasión mi miseria; socórreme y sálvame. Con mis pecados he cerrado la puerta a las luces y gracias que del Señor me habías alcanzado. Pero tu piedad para con los desdichados y el poder de que dispones ante Dios superan al número y malicia de mis pecados.
Conozcan cielo y tierra, que el protegido por ti jamás se pierde. Olvídense todos de mí, con tal de que de mí no te olvides, Madre de Dios omnipotente. Dile a Dios que soy tu siervo, que me defiendes y me salvaré. Yo me fío de ti, María; en esta esperanza vivo y en ella espero morir diciendo: “Jesús es mi única esperanza, y tú, después de Jesús, Virgen María”.
ORACIÓN PARA PARTICIPAR EN LOS MÉRITOS DE CRISTO
Bendigo, Virgen María, tu corazón generoso que es la delicia y el descanso de Dios. Corazón lleno de humildad, de pureza y de amor de Dios. Yo, infeliz pecador, me llego a ti con el corazón enfangado y llagado. Madre piadosa, no me desprecies por esto, sino muévete a mayor compasión para ayudarme. No busques en mí, para auxiliarme, ni virtud ni méritos.
Estoy perdido y sólo merezco el infierno. Mira sólo, te lo pido, la confianza que pongo en ti y la voluntad resuelta de enmendarme. Mira lo que Jesús ha hecho y padecido por mí. Te presento las penas de su vida, el frío de Belén y el viaje a Egipto; la pobreza, la sangre derramada, los sudores y tristezas, la muerte que ante ti soportó por amor mío; por amor de Jesús empéñate en salvarme.
No puedo ni quiero temer, María, que vayas a dejarme; por eso a ti recurro en busca de socorro. Si temiera, haría injuria a tu misericordia que busca ayudar a los necesitados. No niegues tu piedad, Señora, a quien Jesús no ha negado su sangre. Mas esos méritos no se me aplicarían si tú no intercedes por mí ante Dios. De ti espero mi eterna salvación.
No te pido ni honores ni riquezas; te pido gracia de Dios y amor a tu Hijo; cumplir su santa voluntad, y el paraíso para amarlo eternamente. ¿Será posible que no me ayudes? No, que ya me ayudas como espero; rezas por mí, me otorgas lo que pido y me aceptas bajo tu protección. No me dejes, Madre mía; sigue rezando por mí hasta que me veas salvo a tus plantas en el cielo, bendiciéndote y dándote gracias siempre. Amén.
ORACIÓN EN DEMANDA DEL
SOCORRO DE MARÍA
¡Madre de Dios y reina de
los ángeles!
¡Esperanza de los hombres!
¡Mira al que te llama y a
ti recurre!
Me postro ante ti, yo,
pobre esclavo,
me consagro por tu siervo
para siempre
y me ofrezco a servirte y
honrarte
cuanto pueda, toda la
vida.
Poco puede honrarte
un esclavo tan ruin y
rebelde
que tanto ha ofendido a mi
Dios y Redentor.
Pero si me aceptas, aunque
sin merecerlo,
y con tu intercesión me
haces digno,
tu misma misericordia me
hará santo
y te daré el honor que yo
solo no puedo.
Acéptame y no me rechaces,
Madre mía.
Estas ovejas perdidas
vino a rescatar el Verbo
eterno,
y por salvarlas se hizo
Hijo tuyo.
¿Despreciarás a esta oveja
extraviada
que a ti recurre para
encontrar a Jesús?
Ya está entregado el
rescate que me salva;
mi Salvador ya derramó su
sangre preciosa,
la que basta para salvar
mil mundos.
Basta que esa sangre se me
aplique,
y esto en tus manos está,
Virgen bendita.
En tus manos está salvar
al que quieres.
Ayúdame, mi reina, y
sálvame.
En ti confío, a tu
intercesión me entrego.
Salud de los que te
invocan, sálvame.
ORACIÓN ANTE EL PELIGRO
María, esperanza mía, mira
a tus pies a un pobre pecador tantas veces por mi culpa esclavo del mal.
Reconozco que me dejé vencer del enemigo por no acudir a ti, refugio mío. Si a
ti hubiera siempre recurrido y siempre te hubiera invocado, jamás hubiera caído.
Espero, Señora y Madre,
haber salido por tu medio del mal y que Dios me habrá perdonado. Pero temo caer
de nuevo en sus cadenas. Sé que mis enemigos desean perderme y me preparan
nuevos asaltos y tentaciones. Ayúdame tú, mi reina y mi refugio. Tenme bajo tu
protección; no consientas que de nuevo me vea esclavo del pecado.
Sé que siempre que te
invoque me ayudarás a salir victorioso. Virgen santísima, que siempre de ti me
acuerde, sobre todo al encontrarme en la batalla; haz que no deje de invocarte
diciendo: “María, ayúdame; ayúdame, María”.
Y cuando llegue la hora de
mi muerte, reina mía, asísteme entonces como nunca; haz tú misma que me acuerde
de invocarte con la boca y el corazón con más frecuencia para que, expirando
con tu dulce nombre en los labios y el de tu Hijo Jesús, pueda ir a bendeciros
y alabaros para no separarme de vosotros por toda la eternidad en el paraíso.
Amén.
ORACIÓN PARA PEDIR EL AMOR
A DIOS
Qué esperanza de salvación
y vida eterna me da el Señor al haberme otorgado por su misericordia tal
confianza en el auxilio de su Madre, a pesar de que por mis pecados he
incurrido en su desgracia y he merecido fatal condena. Doy gracias a Dios y a
mi protectora María que se ha dignado acogerme
bajo su manto, como lo demuestran tantas gracias como por su medio he recibido.
Sí que te agradezco, Madre
mía, tantos bienes como me has regalado. Reina mía, ¡de cuántos peligros me has
librado! ¡Cuántas luces y misericordias me has alcanzado de Dios! ¿Qué
atenciones o qué beneficios has recibido de mí para que así te empeñes en
favorecerme? Sólo tu bondad es quien te mueve.
Aunque diera por ti mi
sangre y mi vida, sería muy poco parea lo que te debo, a ti que me has librado
de eterna muerte y por ti he recobrado la gracia de Dios, como confío. De ti
proviene, lo sé, toda mi dicha. Mi Señora, yo lo que tengo que hacer es
alabarte siempre y amarte. Acepta el afecto de un pobre pecador que está
enamorado de tu bondad.
Si mi corazón es indigno
de amarte por estar lleno de afectos terrenales, cámbiamelo, que en tu mano
está el hacerlo. Y luego úneme a mi Dios de tal manera que no pueda separarme
de su amor. Esto quieres de mí, que ame a tu Dios; y lo mismo pido de ti, que
yo le ame y le ame siempre, que nada más deseo. Amén.
ORACIÓN PARA PEDIR LA PROTECCIÓN DE MARÍA
Reina y madre de misericordia que otorgas la gracia a todos los que a ti recurren con tal generosidad porque eres reina y con tanto amor porque eres madre amantísima. A ti acudo, pobre de méritos y virtudes y cargado de deudas con la divina justicia.
María, tú tienes las llaves de la divina misericordia; no me abandones en mis miserias y no me dejes postrado en mi pobreza. Eres tan generosa con todos y tan acostumbrada a otorgar mucho más que lo que se te pide... Sé igual de generosa conmigo. Protégeme, Señora, que es lo que te pido.
Si tú me proteges, nada temo. No temo a los demonios porque tú eres más poderosa que todo el infierno. No temo por mis pecados porque me puedes conseguir perdón de todos con una palabra que digas al Señor. No temo ni al enojo de Dios si tengo tu favor, porque con una súplica tuya se aplaca.
Si tú me amparas lo espero todo, porque lo puedes todo. Madre de misericordia, en ayudar a pecadores pones tu gozo y tu gloria; y los socorres si no se obstinan. Yo soy pecador, pero no soy obstinado. Ya que puedes ayudarme, ayúdame. Yo me pongo del todo en tus manos.
Dime lo que he de hacer para agradar a Dios, que quiero hacerlo presto y con tu ayuda. María, eres mi Madre, mi luz, mi consuelo, refugio y esperanza mía. Amén.
ORACIÓN PARA ALCANZAR EL PERDÓN
Excelsa Madre de Dios: Habla, Señora, que tu Hijo escucha y lo que pides conseguirás.
Habla, María, abogada nuestra, a favor de nosotros, desdichados. Recuerda que por nuestro bien has recibido tanto poder y dignidad. Dios ha querido hacerse tu deudor, recibiendo de ti su ser humano, para que puedas, a tu arbitrio, dispensar misericordia en favor nuestro.
Somos tus siervos, y entre los mejores quisiera yo encontrarme. Nos gloriamos de estar bajo tu amparo. Si a todos haces bien aunque no te conozcan ni te honren, y hasta a los que te ultrajan y blasfeman,
¿cuánto más debemos confiar en tu bondad, que busca aliviar siempre al infeliz, quienes te amamos y confiamos en ti?
Somos grandes pecadores, pero Dios te ha dado tal poder y bondad
que puede aniquilar todas nuestras maldades. Puedes y quieres salvarnos; y tanto más lo esperamos cuanto más indignos somos para glorificarte más en el cielo,
a donde hemos de llegar con tu intercesión. Madre de misericordia, a ti nos presentamos, purifícanos.
Alcánzanos verdadera enmienda y el amor de Dios, la perseverancia y el paraíso. Te pedimos gracias enormes, pero ¿es que no puedes conseguirlo todo? ¿Son demasiado para el amor que Dios te tiene? Te basta desplegar los labios y rogar a tu Hijo que nada te niega. Ruega, María, ruega por nosotros; ruega, que ciertamente serás oída, y nosotros ciertamente nos salvaremos.
ORACIÓN A NUESTRA
ABOGADA
Excelsa Madre de mi Señor, ya comprendo que mis ingratitudes, durante tantos años contigo y con Dios,
hacen que yo merezca,
con razón, que dejes tú de preocuparte de mí,
ya que el ingrato no merece
beneficios. Pero yo, sublime Señora,
tengo un gran concepto de tu bondad, que es mucho mayor que mi ingratitud.
Prosigue, refugio de pecadores,
y no dejes de socorrer a uno
que en ti confía. Madre de
misericordia, extiende tu mano,
y levanta a un caído que
implora tu piedad. María, o me
defiendes tú,
o me dices a quién debo acudir para que mejor que tú me defienda.
Mas ¿dónde podré encontrar abogada ante Dios más compasiva y poderosa que tú, que eres su Madre?
Tú, al ser elegida como Madre del Salvador, has sido creada para salvar pecadores, y a mí me has sido otorgada para conseguirme la salvación. María, salva al que a ti recurre. Yo no merezco tu amor, pero el deseo que tienes de salvar a los perdidos, me hace tener confianza en que me amas. Y si tú me quieres ¿cómo me voy a perder?Amada Madre mía, si me salvo por ti, como lo espero, ya no seré jamás ingrato; compensaré con alabanzas perpetuas, y con todo el amor del alma mía, mis ingratitudes pasadas y el amor que siempre me has tenido.
En el cielo, donde reinas y
reinarás por siempre, feliz cantaré
tu misericordia,
y besaré sin cesar esas manos amorosas que tantas veces me libraron del infierno cuantas yo lo merecí con mis pecados.
María, mi libertadora, mi esperanza, mi Reina y mi Abogada, Madre mía, yo te amo, y te quiero amar con todo el corazón y siempre. Amén, amén. Así lo espero, así sea.
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